Rapa Nui, el ombligo del mundo

Rapa Nui, el ombligo del mundo

Moai en Hanga Roa

Moai en Hanga Roa

En medio de la nada y del todo, como surgida de un océano inmenso y verde se levanta una de las tierras más prodigiosas de este planeta: la isla de Pascua. Un pedazo de tierra inesperado, en donde se pierde toda noción del espacio y del tiempo, y al que se atribuye tanta magia que podremos encontrar cualquier cosa que deseemos buscar, incluso a uno mismo.

Surfista en Hanga Roa

Surfista en Hanga Roa


El primer contacto con la isla se produce inevitablemente en su asentamiento principal, Hanga Roa, la capital de la isla, ubicada en una gran bahía. Antes se puede contemplar la enorme pista de aterrizaje del aeropuerto Mataveri, una de las pocas en el mundo utilizada como pista de emergencia para los transbordadores espaciales gracias a su longitud y ubicación estratégica.

Aeropuerto Mataveri

Aeropuerto Mataveri

El asentamiento consta de coquetas casas que sirven de alojamiento a la ingente masa de turistas que visitan la isla. En ella no hay grandes hoteles sino que es la propia gente local la que da cobijo a los visitantes en las casas familiares. La calle principal es la llamada avenida de Atamu Tekena que se ve salpicada de tiendas dedicadas al turismo y algún que otro supermercado. En la playa de Hanga Roa pudimos deleitarnos con la destreza de los surfistas locales que estaban celebrando un campeonato.

Surfista exhausto

Surfista exhausto

En la bahía alcanzamos a divisar un barco anclado que una vez al mes realiza el suministro de comida y bienes desde la no tan cercana Santiago de Chile.

Barco de suministros en Hanga Roa

Barco de suministros en Hanga Roa

Salpicadas alrededor de la costa nos sorprenden unas figuras de factura moderna que fueron realizadas por artistas locales, alguna de ellas se utilizó para una exposición itinerante sobre la Isla de Pascua alrededor del mundo.

Figuras cerca de Hanga Roa

Figuras cerca de Hanga Roa

 Muy cerca, a poco más de un kilómetro de Hanga Roa descubrimos el primer grupo de figuras de entidad, el llamado conjunto ceremonial de Ahu Tahai, una concentración de altares destinado a ceremonias. Este grupo de moais es el primero que podemos contemplar al llegar a la isla y es especialmente espectacular al anochecer. Sobre una gran plataforma podemos observar cinco impresionantes figuras y otra adicional un poco más alejada. Estas grandes estatuas que dan su espalda al mar, algunas de hasta diez metros, simbolizan a los antepasados y a la familia que aun estando ausentes permanecen con nosotros para protegernos.

Ahu Tahai

Ahu Tahai

Un buen ejemplo y símbolo del sincretismo cultural y religioso de la isla es el cementerio de Hanga Roa. En él encontramos una miscelánea de las culturas que forman parte de la Isla: las cruces cristianas y los dioses y signos pascuenses se dan la mano personificando el patrimonio ancestral y moderno de las costumbres de los habitantes actuales de Rapa Nui. En la necrópolis observamos como los caballos de la isla no tienen problema en pastar en él. Un agasajo ofrecido por los que volvieron al cobijo de la madre naturaleza. Como hija del mar y protegida por él la isla galopa y navega rumbo a la eternidad.

El ciclo de la vida

El ciclo de la vida

Esta prodigiosa, alegre y acogedora isla ofrece otros placeres que se aproximan a los ecos del pasado. El grupo Matato’a, traducido literalmente como “la atenta mirada del guerrero” y fundado por Kevamatato’a Atán en 1996 realiza uno de los mejores espectáculos de danza y música tradicional pascuense.

La aguda mirada del guerrero Matato'a

La aguda mirada del guerrero Matato'a

Utilizan instrumentos tradicionales junto con instrumentos modernos dando lugar a representaciones emocionantes llenas de fusión, fuerza y vivacidad. Los artistas, ataviados con plumas y tejidos naturales, dan rienda suelta al auténtico carácter impetuoso de los pueblos originarios. Se trata de una intensa y contundente exhibición que conjuga la ancestral cultura polinésica con los modernos ritmos latinos, reggae o rockeros, transmitiendo como resultado una gran variedad de estremecedoras emociones.

El éxtasis del luchador Matato'a

El éxtasis del luchador Matato'a

Un buen lugar para observar toda la superficie de la isla es sin duda el volcán Maʻunga Terevaka, el más alto de la isla con sus 511 m. Alcanzamos el lugar a lomos de uno de los numerosos caballos que pueblan la isla. Desde ella pudimos contemplar el majestuoso paisaje y la inmensidad del océano pacífico.

Vista desde el volcán Maunga Terevaka

Vista desde el volcán Maunga Terevaka

En nuestro recorrido por la isla muchas veces nos percatamos de lo pedregoso, agreste y sin vida del paisaje. La zona de Puoko presenta multitud de bahías que son azotadas por grandes olas, fuertes vientos y un sol que quema la piel y el alma.

La áspera costa de Puoko

La áspera costa de Puoko

A lo lejos divisamos uno de los volcanes más famosos de la isla, Rano Raraku, recortado por las siluetas de los omnipresentes equinos.

Rano Raraku y los omnipresentes equinos

Rano Raraku y los omnipresentes equinos

Circunvalando la costa nos topamos con el ahu más famoso de la isla, el llamado complejo de Ahu Tongariki. Son 15 moais de hasta 14 m. de altura y 86 toneladas de peso. Al ser representaciones reales de antepasados advertimos que cada una tiene rasgos propios, como correspondía a las personas encarnadas, que en su tiempo fueron delgados, altos, bajos, etc.

Panorámica de Ahu Tongariki

Panorámica de Ahu Tongariki

En 1960 el complejo sufrió un tsunami con olas de diez metros de altura siendo las figuras arrastradas hasta cien metros tierra adentro. Una de las figuras, de menor tamaño, y apartada del complejo principal fue prestada a Japón para una feria internacional en Osaka.

El moai de Osaka

El moai de Osaka

A cambio, los japoneses prestaron su ayuda técnica y financiera para la restauración de Tongariki. Éste es el complejo más colosal e impresionante de la isla de Pascua. Ciertamente somos testigos de la grandeza del pueblo que supo levantar estos auténticos prodigios.

Vista trasera de Ahu Tongariki

Vista trasera de Ahu Tongariki

Lo que le hace grande a la isla es su historia y sus recuerdos pero también sus paisajes. En este sentido, hay una playa muy singular, la Playa de Anakena situada al norte de la isla.

Nubes sobre la playa de Anakena

Nubes sobre la playa de Anakena

Una ribera particular en cuanto a que es una de las dos únicas playas de la isla que no es rocosa sino de arena de coral blanco. Sus aguas cristalinas son magníficas para el baño y en este lugar parece que la isla respire con el azote de sus olas.

La paradisiaca playa de Anakena

La paradisiaca playa de Anakena

Las tradiciones orales de la isla afirman que en esta playa arribaron Hotu Matua y sus súbditos desde su viaje de la Polinesia y aquí fundaron el primer asentamiento de la isla. Como una nueva constelación en el antiguo esplendor de la isla se alzan dos ahus, uno con seis moais y otro con uno, conformando un emplazamiento magnifico, uno de los rincones más bellos que jamás haya visto a lo largo y ancho de la tierra.

Ahu Nau Nau al atarceder

Ahu Nau Nau al atarceder

Continuando por la vereda a la orilla de la costa, se sitúa la entrada a la cueva de Ana Kai Tangata, de alta importancia arqueológica pues aquí se hallan varias pinturas rupestres con motivos sobre el Manutara, es decir, el gaviotín pascuense.

Cueva de Ana Kai Tangata

Cueva de Ana Kai Tangata

Estas aves marinas y sus huevos eran el eje de la contienda anual del Hombre-Pájaro.

Pinturas rupestres de Ana Kai Tangata

Pinturas rupestres de Ana Kai Tangata

 En el extremo suroeste se ubica el volcán Rano Kau, un gran cráter de más de un kilómetro con una laguna en su interior que alberga profusa flora así como pequeñas islas compuestas por totoras, una planta acuática perenne.

Panorámica de Rano Kau

Panorámica de Rano Kau

El cerco del volcán es muy armónico con la excepción de un desgarro en la parte superior del cráter. Ésta fragmentación es llamada Kari Kari. Tras contemplar el esplendor de una visión casi celestial desde uno de los puntos más altos de la isla nos adentramos en el complejo arqueológico de Orongo, un centro ritual compuesto de moradas a modo de cueva.

Islas Motu detrás de los petroglifos de Orongo

Islas Motu detrás de los petroglifos de Orongo

Este asentamiento servía de base para el rito de la búsqueda del huevo del Manutara. Los clanes se reunían una vez al año presentando a su candidato, que debía bajar el escarpado acantilado, nadar hasta las cercanas islas Motu para recoger un huevo de dichas aves y traerlo a tierra firme sin daño alguno. El primero que lo hacía era investido por los sacerdotes como el rey de Rapa Nui durante un año, hasta la celebración del próximo ritual. Sin duda, este ritual fue una de las hazañas más impresionantes de los pascuenses en su aventura hacia el poder. En él se conjugaban el refugio de las aves, un poema de mar y cielo y la eternidad de gloria de lo vivido. Todo ello era contado por petroglifos y piedras labradas, situadas en un punto desde el que se divisan las islas Motu.

Rojo en el Puerto de Hanga Roa

Rojo en el Puerto de Hanga Roa

 Un inesperado descubrimiento fue el singular puerto industrial de Hanga Roa en el que hallamos multitud de contenedores de un bermejo intenso, máquinas industriales abandonadas y una simpática señal que pone de manifiesto lo remoto del lugar.

La evidencia de lo remoto

La evidencia de lo remoto

Emocionante y conmovedora fue la panorámica del cráter y el humedal en lo alto del volcán Rano Raraku, cantera original desde la cual los más de 600 moais fueron esculpidos y alzados por toda la isla desde los siglos XII al XVII.

Lo más sorprendente no es la talla es sí, sino que estas inmensas moles fueron trasladadas a los lugares más alejados de la isla, en la costa, sin la ayuda de animales de tiro. Sorprenden en las faldas del volcán los 397 moais sin concluir. La razón de su abandono no está clara a día de hoy.

Moais semihundidos en Rano Raraku

Moais semihundidos en Rano Raraku

 Al norte de la isla descubrimos impresionantes acantilados, testigos de cómo una y otra vez la fuerza del océano azota la negra roca de la isla. Más arriba está Ahu Tepeu, una de las mayores concentraciones de viviendas en forma de nave invertida de la isla. Los moais aquí descansan boca abajo, debido a una demostración de ira de los pascuenses, cuando vieron que los tan venerados ancestros no respondían ni tan siquiera a las mínimas necesidades básicas de sus súbditos.

Moais destronados en Ahu Tepeu

Moais destronados en Ahu Tepeu

Texto y fotos © Antonio Martínez Castaño