Imaginando el abismo

Imaginando el abismo

El vibrante y áspero fluir del agua

El vibrante y áspero fluir del agua


(…) me miró y miré hacia el suelo. Imaginé sus pupilas vibrantes, temblorosa la comisura de sus labios.  Dibujé una expresión real en su rostro. Pero yo estaba soñando. Abandonado al placer de mi suerte los pies me sujetaban aún a la roca. No sé si dentro o fuera de mí, pero creo que susurraba palabras de consuelo. No sentí remordimiento, sólo un ligero picor. Me toqué: estaba húmedo pero no mojado. Relacioné todo aquello con el ruido. Seguía ahí, claro, no se había ido. Yo tampoco.

Mirar e imaginar sus ojos

Mirar e imaginar sus ojos

El cielo rompía la tarde y todo era una especie de obra. Supongo que a ambos nos daba lo mismo el escenario. Pero ese escenario era todo. Levanté la mirada cruzando gotas al viento. Y sentí arriba la bandera, quise creer sondeando  la tristeza del mundo. No había mucho mundo. Ni seríamos los primeros ni los mejores en caer al infierno. Pensé que parecía imposible golpearse contra un suelo ahí abajo. Todo era espuma, nubes de espuma y de blanco. Ruido. Miré hacia atrás. Ruido. No había nadie. Noté sus manos tomando las mías. Mis pies sin roca, agua, miedo. Ruido.

Al borde de apagarse

Al borde de apagarse

Texto: Oscar Hernández Villegas / Fotografías: Antonio Martínez Castaño