Las madres de Mayo: el grito de la verdad
Desde hace mas de treinta años las Madres de la Plaza de Mayo se unen y encuentran en la plaza argentina que les da nombre, dando vueltas alrededor del monolito piramidal frente a la Casa Rosada, para elevar su voz al mundo y clamar Justicia y Verdad a quienes conservan un halo de compasión y tienen los oídos limpios para escuchar.

Ellas siguen pidiendo Justicia
Estas madres y abuelas se unieron con el único recurso de la palabra y la tenacidad para desvelar al mundo la desaparición de sus hijos y nietos a manos del aparato militar. Gritaron al mundo que su país sufría un golpe de Estado e hicieron despertar del letargo a las conciencias acomodadas que vivían al margen de los crímenes de Estado. En su origen, la palabra verdad significa desvelamiento (aletheia). Ellas devolvieron a la palabra Verdad su original sentido.

El pañuelo como símbolo de la incansable lucha
Tanto la Iglesia como los burócratas del gobierno, que compartían intereses de poder, hicieron oídos sordos y lavativas de manos ante el grito desesperado de las madres. Los cobardes militares, siempre con las armas en la mano, no se quedaron ahí: golpearon, amenazaron, insultaron y secuestraron a las madres para acallar su pacífica voz. No lo lograron. La máquina del miedo no pudo debilitar el empeño de las madres, y estas continuaron con la fuerza de sus entrañas desvelando lo que les sucedía y lo que le sucedía a su país. Gracias a la reacción admirable de estas madres, a su coraje y dignidad, hoy los cobardes (desafortunadamente, sólo algunos) se sientan en los bancos de la justicia, nacional e internacional, por crímenes de lesa humanidad.

Las Madres de Mayo y la Casa Rosada
Estas madres y abuelas que desde abril de 1977 se unieron en la Plaza de Mayo agarraron el testigo de sus hijos muertos y nietos desaparecidos. Desde hace mas de 30 años siguen denunciando hechos como el sucedido en Argentina en la edad de Plomo: tortura, asesinato, violación, secuestro…. Con su activismo y denuncia provocan una suerte de reaparición de sus hijos y un grito de nunca mas a sus verdugos.
Texto: Óscar López Gonzalo / Fotografía: Antonio Martínez Castaño